El mundo de Luis Sepúlveda

 

 

No parece que este sea el momento idóneo para hablar de medioambiente o aconsejar sobre reciclaje.

En plena crisis por el coronavirus covid-19, buena parte de la población está confinada (refugiada en casa), y otra parte, obligada a salir a la calle para trabajar.

Por ese motivo, en esta ocasión, por si podéis encontrar un ratito para leer, vamos a recomendar algunas de las novelas del escritor chileno Luis Sepúlveda, un tipo con una biografía casi imposible: de madre mapuche, redactor de sucesos policiales, pinche de cocina en un barco ballenero, revolucionario, guionista y director de cine, ecologista confeso, corresponsal de Greenpeace y escritor de éxito.

 

Un viejo que leía novelas de amor

 

Un viejo que leía novelas de amor no es la primera novela de Luis Sepúlveda, pero sí la que lo dio a conocer al gran público en 1989.

Ambientada en la selva amazónica y protagonizada por Antonio José Bolivar, la novela consigue que los lectores salgamos de casa, vivamos la selva y sintamos el contraste entre la ignorancia importada de Europa y la vida respetuosa con el medio ambiente de los shuar, cultura indígena de las selvas de Perú y Ecuador.

 

Luis le dedica su obra a un amigo:

«Miguel Tzenke, síndico shuar de Zumbí en el alto Nangaritza y gran defensor de la amazonía. En una noche de narraciones desbordantes de magia me entregó algunos detalles de su desconocido mundo verde, los que más tarde, en otros confines alejados del Edén ecuatorial, me servirían para construir esta historia”.

 

Historia de una ballena blanca

 

La última novela de Luis se titula Historia de una ballena blanca y fue publicada muy recientemente, en mayo de 2019.

En ella, la gran ballena blanca toma la palabra y nos cuenta su historia, una vida de lucha por la protección del medio ambiente.

 

El primer capítulo de Historia de una ballena blanca acaba así:

 

Muy pronto el barco y la ballena desaparecieron entre los perfiles inciertos de las islas y la gente se alejó de la costa, pero un niño se quedó mirando fijamente el mar. Me acerqué a él. Sus ojos de pupilas oscuras escudriñaban el horizonte y dos lágrimas recorrían su rostro.

—Yo también estoy triste. ¿Eres de aquí? —dije a manera de saludo.

El niño se sentó en la playa de guijarros antes de responder, y yo hice lo mismo.

—Claro. Soy lafkenche. ¿Sabes lo que significa? —preguntó.

—«Gente de mar» —contesté. —Y tú, ¿por qué estás triste? —quiso saber el niño.

—Por la ballena. ¿Qué le habrá ocurrido?

—Para ti es una ballena muerta y para mí es mucho más. Tu tristeza y la mía no son iguales.

Permanecimos en silencio durante un tiempo, medido por las olas que iban y venían, hasta que me ofreció algo más grande que su mano. Era una concha de loco, un caracol marino muy preciado, de cáscara exterior rugosa, pétrea, y de interior blanco como las perlas.

—Pégala a tu oreja y la ballena te hablará —dijo el pequeño lafkenche, y se alejó con pasos rápidos por la playa oscura de guijarros. Así lo hice. Y bajo el cielo gris del Sur del Mundo una voz me habló en el viejo idioma del mar.

 

Luchando, e intacta la esperanza

 

En estos momentos, hasta donde sabemos, Luis Sepúlveda está afectado por el coronavirus y permanece ingresado y aislado en el Hospital Universitario Central de Asturias (en Oviedo, ciudad en la que vive desde hace muchos años).

Según las últimas noticias, aunque la situación es grave, Luis sigue luchando y mantiene intacta la esperanza.