Una privilegiada minoría planetaria

 

Desde el año 2013, los 19 de noviembre se celebra el Día Mundial del Saneamiento (o Día Mundial del Retrete).

El objetivo es llamar la atención sobre la importancia del acceso sostenible al agua potable y a los servicios básicos de saneamiento.

Para entendernos, a día de hoy (y seguro que a más de uno le va a sorprender):

Más de la mitad de la población del Planeta (cerca de 5000 millones de personas) no tienen en su casa (o allá donde vivan) un sistema que elimine los excrementos de forma segura.

Y, en torno a 2.000 millones de personas consumen agua no potable.

Dicho de otro modo: los que obtenemos agua de un grifo siempre que lo deseamos y los que “tiramos de la cadena” porque contamos con un sistema de saneamiento óptimo somos una privilegiada minoría planetaria.

¿Privilegiados? ¿Nosotros?

Pues sí, porque los retretes salvan vidas al evitar que a través de las heces se propaguen enfermedades mortales.

Por eso, porque somos unos privilegiados, nosotros deberíamos tener muy en cuenta el lujo inmenso que supone disfrutar de esta maravilla y, en la medida de nuestras posibilidades, ser muy conscientes de que el “agua corriente” es un tesoro que debemos cuidar.

 

¿Cómo podemos contribuir?

 

De entrada, ayudemos haciendo proselitismo. Es decir, recordemos a nuestros amigos y conocidos que el inodoro (el váter) no es un cubo de basura.

Repitamos como un mantra:

Al váter no debo tirar NUNCA

Sí, creedlo, todavía hay quien tira estas cosas por el inodoro por puro desconocimiento o amparándose en justificaciones del tipo… “Con una vez, no pasa nada”.

Y es verdad, ¿no?, por una vez no pasa nada (o pasa poco), pero el caso es que al final no es una vez y, por eso, en ciudades como Barcelona, gracias a las depuradoras se recogen anualmente cerca de 1.600 toneladas de este tipo de residuos, cantidad a la que tenemos que sumar todas las micro sustancias que no pueden recogerse y que, por tanto, llegan hasta el mar.

 

Y en casa, ¿qué podemos hacer?            

         

Fácil: empecemos por colocar un cubo pequeñito en el lavabo y vayamos dejando en él todo aquello que podría acabar en el váter (y en el mar).

Nos sorprenderemos: en pocos días estará lleno de residuos (que antes uno a uno y sin darnos cuenta tirábamos donde no debíamos).

Y hagamos “propaganda”: sin vergüenza, díselo a tus amigos, “ilumínalos”, se pesada/o porque, como ya sabemos: si jugamos en equipo, ganamos el partido.

 

 

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